viernes, 8 de enero de 2010

la historia oculta de los 3 cerditos

Me llamo Sean O' Connor. Soy un lobo irlandés. Os escribo desde la prisión de Soto del Real, en Madrid, casi habiendo cumplido la totalidad de de la pena que me fue impuesta, injustamente, acusado de intento de asesinato de tres lechoncitos. Y digo injustamente porque, por alguna extraña razón nadie quiso nuca creer la versión de los hechos.

Todo empezó una tarde de invierno una tarde de invierno en que yo paseaba por los bosques de Asturias, recogiendo setas y tubérculos para la cena. Eran mi comida preferida desde que hacía un año, me había trasladado desde los montes irlandeses en busca de climas más amables. Había comprado un gran terreno con todos mis ahorros, y por fin, vivía como siempre había soñado. Aquel verano tres cerditos construyeron sus pequeñas casas dentro de mis terrenos. No me importó, pues sabía a quién acudir cuando necesitara compañía.

Esa tarde, el cielo oscureció amenazando tormenta. Decidí volver a casa, cuando observé un que violento tornado se acercaba peligrosamente hacia las casas de los cerditos. Corrí desesperadamente hacia la primera, que era de paja. Antes de auxiliarlo la casa se vino abajo y el cerdito corrió a la casa del hermano. Yo me dirigí raudo hacia ésta para intentar evitar que se cayera, pero fue inútil porque estaba levantada con ramas de árbol, y fue inevitablemente engullida por el tornado. Los dos cerditos corrieron a casa del tercer hermano para refugiarse. Para entonces era yo el que huía del tornado. Llamé desesperadamente a la puerta porque esta casa estaba construida con ladrillos y aguantaría perfectamente el vendaval. No me abrieron. Pensé que no me habrían oído, así que intenté entrar por la chimenea. Me tiré por ella y caí en un caldero con agua hirviendo que, supongo, habrían olvidado sobre el fuego.

Cuando el tornado pasó, desperté ya en el hospital penitenciario. me comunicaron que los cerditos habían puesto una denuncia por derribar sus casas e intentar comérmelos. En el juicio todos creyeron a los cerditos. Creo que su aspecto tierno y rosado ayudó mucho. Cuando yo dije que recogía verduras para comer, el jurado se rió y oí comentarios sobre mis enormes colmillos y sobre la imposibilidad de que yo fuera vegetariano, así como mi aspecto peludo y oscuro y mis extrañas ropas.
Pero digo yo: ¿cómo es posible que alguien pueda creer que soplando pudiera derribar dos de sus casas e intentarlo con la tercera? ¿por qué todos pensaron que un lobo peludo no podía ser propietario de los terrenos?

Lo único que yo quería era vivir tranquilo en mis tierras, cultivar mis hortalizas, recoger bayas silvestres y mantener limpio y cuidado el bosque. Ahora estoy enfermo y encerrado, cuando acabe la condena creo que volveré a Irlanda con las manos vacías y sin ninguna ilusión

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